viernes, 13 de agosto de 2010

ARTICULO DE LA REPUBLICA PUBLICADO EL 13 DE AGOSTO DEL 2010

Fue el primer preso político en el penal de Libertad




Por Víctor Carrato Periodista


El martes 10 falleció a los 68 años de edad, en la ciudad de Malmö, al sur de Suecia, el periodista uruguayo Jorge Benigno Torres. Se trata del primer preso político que inauguró el penal de Libertad durante el período del terrorismo de Estado.


Meses atrás se supo que el característico y particular "gordo", que llevó el número 001 del penal de Libertad, se encontraba seriamente afectado en su salud.


Hombre de radio, militante de ADER (Asociación de Empleados Radiofónicos) y del MLN-Tupamaros, permaneció 15 años preso. Desde 1984, Benigno Torres estaba radicado en Suecia. Se inició como periodista radial en 1953 en Paysandú, trabajó en Suecia como tal durante 16 años y se jubiló a la edad de 65 años.


Nació en Fray Bentos, dentro del predio del Anglo, donde sus padres eran obreros del viejo frigorífico, "friyeros", como les decían entonces. Completó la escuela en Paysandú, luego estudió en lo que se llamaba Escuela Industrial; su madre falleció cuando él tenía 11 años y su padre dos años después. Participante de las interminables reuniones de la Unión Obrera Río Negro, de los actos en la Plaza Constitución y de las campañas electorales del Partido Socialista. En 1959 emigró a Montevideo.


En 1969, cuando no había aún 40 presos políticos en Uruguay, fue a parar a la cárcel de Punta Carretas. Torres salió del penal de Libertad en 1984.


En un reportaje realizado por LA REPUBLICA, el 12 de octubre de 2002, Torres dijo que "ser el 001 era y es para mí sólo una circunstancia, casual o no. Porque éramos 25 los primeros... Y tan primeros como nosotros, pegaditos son el 026 y los que siguen, hasta esa larga caravana de grises que llegaron hasta el 2.873".


Recordaba que ADER era un equeño sindicato que negociaba con Andebu desde los sueldos hasta las condiciones de trabajo en la radiotelefonía y que buscaba precisar cada tarea, la jerarquización del oficio. "No existía formalmente la carrera de comunicador. Eramos locutores, o informativistas, operadores... etcétera", recordaba.


En Montevideo se inició en radio Monte Carlo, luego El Espectador, donde hizo su experiencia profesional "más rica y valiosa, con un plantel de excepción; quien tenía oídos abiertos y receptividad, aprendía y aprendía", según contaba.


En octubre de 1972, al primer preso político que numeraron en el penal de Libertad lo raparon y le dieron un balde, alpargatas, papel higiénico, trapo de piso, jarro y plato, y hasta un pequeño discurso, pero no pudieron despersonalizarlo. Es más, sus carceleros encontraron un serio problema: no había talle para el mameluco gris que debía vestir.


"Vístase", le ordenaron. "No puedo", respondió. "Vístase, le digo", insistía el militar. "¡No me entra!", alegó el "gordo" Torres.


"No sé qué será de la vida del entonces capitán Vázquez, pero él lo puede ratificar", contaba Torres. Hubo cabildeos y cuchicheos, hasta que, finalmente, los militares sufrieron la primera derrota, por razones tácticamente no previstas. El "gordo" Benigno Torres partió con su pantalón de brin azul, que le había mandado la compañera del "Pocho" Hornos, y de camisa blanca, hacia la celda. El primer preso no tuvo número ni uniforme, en un lugar cuya puerta de ingreso rezaba: "Aquí se viene a cumplir".


Benigno Torres anduvo meses de "civil", con una carpeta abajo del brazo, recorriendo todo el penal de Libertad. Los carceleros lo confundían con un oficial y lo dejaban pasar. En una ocasión, cuando se estaba colando en el 2º piso, un soldado lo detuvo y le preguntó: "¿Qué va a hacer?". "Voy a buscar la metamorfosis." "Bueno, vaya."


El "gordo" Torres fue uno de los inventores de las más impensadas estrategias para salir y hacer salir de sus celdas a los presos políticos. Como fajinero (persona encargada de establecer las relaciones entre los carceleros y los presos) se ingenió para inventar comisiones de todo tipo de manera de tener en la planchada del penal de Libertad a la mayor cantidad de presos posible y de paso cambiar de celda.